18 marzo, 2024

Sobre la caricia esperada.

    Últimamente paso mucho tiempo a solas, y desde mi rincón observo el insulso devenir cotidiano y los escasos acontecimientos que pasan en la casa donde ahora vivo, e intento entender por qué ya no me hacen caso.

    Noto cómo mi cuerpo sufre con el tiempo cambiante, cómo la humedad reseca mis articulaciones y me mata esa tensión constante en mi espalda. Sí, necesito una puesta a punto, un buen engrasado de mis articulaciones y actividad, sobre todo mucha actividad.

    Recuerdo con suma alegría el tiempo en que no paraba por casa, y que allí a donde fuera mi presencia alegraba el ambiente y llenaba de armonía el espacio, y el tiempo se detenía en el instante preciso para reconfortar almas solitarias, llenar de júbilo a otras, y para hacer la tristeza y melancolía más llevadera a otras tantas. Y otras veces en las que me reencontraba con viejos compañeros de aventuras, y sin querer, la improvisación lo convertía todo en una fiesta.

   Pero hoy, una visita inesperada me ha devuelto la esperanza de volver allí. Sé que él me entiende, sabe muy bien cuál es mi propósito en esta vida y estoy segura de que hoy será para mí un día feliz. Así que me muestro más risueña que nunca, me mantengo erguida y luminosa, intento deshacerme del polvo acumulado y tersar mi piel más si cabe, esperando esa mirada de reojo que le hará caer en la tentación, en la necesidad del abrazo, de estrechar mi cuerpo contra su pecho y de acariciarme suavemente para sacar lo mejor de mí.

    Tras un rato de espera -que hasta me ha hecho dudar-, llega el momento esperado. Le veo acercarse a mí con una sonrisa, me levanta y me sacude levemente el polvo restante, me posa en su regazo y me abraza, y me trastea para ponerme a punto. Enciende su pitillo, un segundo de pausa para disfrutar de la caricia del sol que nos contempla y empieza la magia. Siento ese instante maravilloso en que pone sus dedos sobre mí y me hace reír y vibrar acompasadamente, y desde lo más profundo de mi cuerpo brotan infinidad de notas, graves, agudas, que se mezclan entre ellas y crean esa combinación de acordes multicolor que, suspendidos en el aire en un armonioso baile, llenan el espacio, resuenan en paredes y techos para acabar inundando de sentimientos los corazones, provocando sonrisas, animando al tarareo y llenando irremediablemente de ritmo los pies.

    Y tras un buen rato de extrema alegría llegó de nuevo el silencio, y aunque no pueda precisar cuándo será la próxima vez que esté de nuevo en sus brazos, respiro tranquila y pienso: sí, hoy fue para mí un día feliz.


*En esta ocasión la foto es de Nuri y el texto de Eladio.

 

11 marzo, 2024

Nuevo equipaje


    
Hiciste la maleta en lo que parecía un viaje de trabajo. No vi nunca la razón de tu partida. Me quedé esperando durante días, noches interminables y desayunos faltos de energía. Me pregunté muchas veces si estabas bien, si fue una decisión alternativa o una condición de tu amante embarazada.

    Yo no pude darte hijos, pero eso tú ya lo sabías. Me rindo, ¡qué poco amor me tenías!

   Pasaron meses antes de vernos otra vez, y allí estabas en aquel parque haciendo fotos a tu hija. Magda la llamasteis, como a tu madre. Sonreías, y tu mujer también.

    Me quedé mirando la escena y también sonreí, mi hermana estaba guapísima y mi sobrina era un amor.