Cada primavera, al salir al jardín, las veo en fila, trabajando. Con órdenes de su capitán, desfilan por en medio de mi propiedad sin ningún miramiento. Algunas se agrupan y me imagino que hablan entre ellas, comentan que las presentes informen a las ausentes para acatar lo dicho.
Al pasar, intento no pisarlas, pero su carrera es tan larga y absurda que me veo obligada a hacer eses y es casi imposible no aplastar alguna. Cargan pesados víveres para el invierno, cada una sabe el rol que le toca, pero cuanto más las observo más aprendo y deduzco que se asemejan mucho a lo que todos conocemos.
Un día, mientras me dirigía a hacer mis tareas, les hablé. Me agaché todo lo que pude y recé: "Por favor, ¿no podríais hacer la fila junto a la pared? Yo tengo cuidado, pero no soy responsable de la gente que viene a visitarme". Continuaron así por varios días, y sorpresivamente, una mañana las vi ¡me hicieron caso! Exclamé. Allí estaban, junto a la pared, con el camino libre para mí.
Es una locura, lo sé, pero ellas me escucharon e hicieron caso a mi petición. Estaba atónita y contenta... Si lo explico, no me creerán, pero creo que sabrán de quién escribo y sin decir nombre todos las tenéis en mente.