21 marzo, 2023

Locuras cotidianas

    Me dirijo al bus después de otro día de hospital, es una tarde de invierno fría y lluviosa. Hoy salí más pronto porque mi hermana se quedó a darle la cena a mi madre, y cuando llego a la parada del bus veo a un tipo estirado en el asiento. No hay nadie más, y la verdad es que no me da muy buena espina. ¡Chica!, ¡Tú!, la del paraguas de gatitos! Yo le miro y me espeta: -¿¡tienes un cigarro!?- ...le niego con la cabeza y me dirijo al panel informativo, que cómo es eléctrico, con la lluvia funciona a medias, ¡me cachis! Tengo miedo, la verdad. 

    Al rato aparece otra chica, y el tipo sigue estirado en su “trono de parada” y le hace la misma pregunta, la chica me mira extrañada y le hago un guiño de solidaridad, se acerca a mi lado, bueno ya somos dos. Un chico sin paraguas aparece de la nada y enciende un cigarrillo, a lo que el rey de la parada se le acerca y ve su deseo cumplido.

    Ya somos seis o siete personas de pie, esperando al bus que parece no llegar nunca. Mi miedo se disipó al llegar varias personas más y el “tipo/rey de la parada” sigue ocupando todo el espacio en el asiento.

   ¡Por fin llega mi bus! Me despido de la chica que permaneció a mi lado en todo momento y subo, busco asiento y me siento segura. ¡Estoy salvada!

   Cuando llegamos a Sant Boi sube un chico y me mira fijamente, se sienta en el asiento plegable que justo está delante del mío, y de pronto se pone a tocar una guitarra imaginaria, me mira y yo disimulo, y rio detrás de mi mascarilla, mira su reloj, lo tapa y me pregunta la hora. Las seis y cuarto le contesto extrañada, porque acababa de mirar su reloj.

    Por lo visto hoy era un día de esos de encontrar personajes especiales, y me tocó a mi dar con algunos de ellos. Prosigue mi viaje, y sube al bus una chica con el pelo morado, sonrío porque me recuerda de pronto a una compañera de fotografía. El “músico imaginario” me sigue mirando y me pone nerviosa. Al llegar a su parada, me suelta un ¡Te quiero! y se baja. Yo respiro aliviada, pero sigo atónita por el extraño desenlace. 

    Llego a mi parada y ando hasta casa pensando en todo lo ocurrido, mi conclusión es que es éste un mundo de locos y si no me pasaran cosas así no os las podría explicar, y si, todo lo que escribo es verídico.


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13 marzo, 2023

Vivos murientes

    A veces creo que he muerto, que me he vuelto invisible para la gente que me importa. Si no fuera por este café tan caliente que me han servido en este bar del centro del pueblo, y el hecho de que me lo hayan dispuesto, diría que estoy muerta.

   Que sentimiento tan extraño, no es tristeza ni apatía, simplemente es un vacío interior de soledad dispuesta a hacerme escribir para llenar de palabras esta oscuridad.

   Siempre pienso que los que se van primero son unos privilegiados por saber qué pasa cuando mueres. Pensaréis: ¿Cómo se atreve a decir algo así? Pero no puedo gestionar este cambio en mi interior, y si intento ser racional, tampoco me sale.

    Como todo, lo dejaré pasar y esperaré el desenlace, porque todo pasa.

    La muerte es un cambio en el estado, vivir vivimos muchos días y morir, morimos sólo uno.

    Apuesto por vivir como si fuera el último, o el primer día de muerte, y hay que leer entre líneas este escrito para entenderme, porque ni yo sé lo que pasa. ¿Será depresión?,¿Melancolía? Creo estar como en mi duelo particular.

    Muero hoy, muero pero no estoy muerta, ¿Qué intríngulis es este? 

    Miro por la ventana y no veo nada, estoy muerta en vida y nadie me entiende, miro a la calle con la gente viviendo su vida de muertos vivientes o de vivos murientes. Pero no sufráis por mí, ni por este escrito tan abstracto. Pasará. Ya pasó. Y vuelta a empezar.

    Léelo de nuevo.