¡Y lo que me gusta cambiar los
calendarios!
Si,
ya, ...ya sé. Diréis: ¡que tontería!, pero no dejará de gustarme
porque alguien piense que lo sea.
Me encanta que llegue el día
uno de cada mes, siempre me ha gustado empezar los meses. Incluso
empezar las semanas, porque cada lunes trae un nuevo comienzo, un
renovarse, un ¡voy a por ello! No es algo tangible, ...es una
sensación.
Hoy es 1 de agosto de 2021. Ayer hubo una
fuerte tormenta y hoy, al salir a contemplar mi jardín y subir a la
terraza, respiro ese aroma del día después, ese de día despejado.
Y es domingo, un nuevo día por estrenar. La pena es que no sea
lunes, sino, seria fantástico, ...aunque muchos calendarios empiezan
en domingo, ¿verdad? Así que es igualmente un día especial.
Y os preguntareis: ¿por qué
calendarios? Anunciantes del tiempo que va pasando. Esos 12
meses impresos en una libreta, a veces con dibujos, otras con fotografías o simplemente hojas que te anuncian el día que tachas,
y que puede ser un día especial del año o simplemente un día
cualquiera que pasará y ya está.
Sea como sea me encanta girar los números
en mi calendario de madera, de mi eterno calendario holandés que no
tiene años. Hasta me gusta el calendario que me regaló el banco,
ese que tacho cada día con mi boli de nevera; y sobre todo, el
calendario de sobremesa para ayudar a los gatos de la calle que tengo
encima del mueble. Todos mis calendarios son especiales para mi a su
manera, y me gusta despertar cada día 1 para voltearos o arrancar
sus paginas.
Cuando
trabajaba en mi cocina siempre tenia un calendario enorme que me
había regalado algún proveedor y todos sabían la importancia que
tenía para mi tachar el último día y empezar un nuevo mes. Y si a
alguien se le ocurría coger el rotulador para tachar un día, nunca
mas volvía hacerlo porque con la expresión de mi cara le hacía
saber que no me gustaba. Quizá puedo parecer dura al decir esto, o
puedo parecer incluso una loca de los calendarios, pero al final me
da igual lo que pueda parecer. Y sé que, aunque ya no esté en mi
cocina, ellos siguen teniendo uno en ella, y sé también que como a
mi, les gusta arrancar la hoja del mes que ya ha pasado. Así que, me
siento orgullosa de haber trasmitido esa sensación de comienzo y
final, y de que todo va a ir bien ese mes.
Uff,
son las 8 y suena la alarma que me avisa para tomar mi pastilla, y
veo que hasta mi pastillero es un calendario semanal.
El lunes de cada
semana me gusta cogerlo, abrir todos los compartimentos y colocar mis
coloridas pastillas, e ir cerrando una a una hasta acabar el domingo
mientras pienso que sería fantástico encontrar un pastillero de
todo un mes. Nunca he pensado en buscarlo pero estoy seguro de que
existen.
Los
calendarios de adviento no me gustan nada, ¿sólo un mes con
chuches? Podrían hacerlos de todos los meses del año, con bombones
o lacasitos, o ¡con caramelos de menta! Claro que serian enormes, y
ocuparían toda una pared, pero yo..., ¡yo los compraría seguro!
Hoy
mi calendario de cocina me anuncia que me toca mi vitamina D. Cada 15
días me tomo una, y como los meses tienen 30 o 31 días y casi nunca
cae en los mismos días, me gusta ir sumándolos y poner una “V”
en el día que me toque la siguiente. Es mi otra forma de usar el
calendario. En fin, ahora, al escribir este relato me veo como una controladora del tiempo, o de mi tiempo mejor dicho, y puede que
realmente sea así, pero como ya he dicho antes, no voy a cambiar
nada que me haga feliz. Además, no creo que sea la única que tenga
un calendario en la cocina, ¿verdad?
Tant l'escric com la foto m'agradan molt.
ResponderEliminarMoltes gràcies per la part que em toca. Celebro que t'hagi agradat. I moltes gràcies també per passar-te i comentar!
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