Hoy os hablaré de "los tesoros de Júlia". Paseando por el barranco que está situado detrás de mi casa, mi nieta Júlia que por aquel entonces tenía cuatro años, empezó a meterme unas piedrecitas en el bolso, argumentando que eran tesoros, -¡mira yaya, otro tesoro!, gritaba cada vez que encontraba uno, su ilusión me hizo recogerlas a mí también: las de colores, recortadas al azar, que no eran más que azulejos tirados en un barranco, pero mi nieta los llamó tesoros.
Cuando llegan a la playa por la fuerza del agua, esos tesoros se redondean y perfilan como autenticas perlas, y aquí en el mar, es donde más encontramos.
Han pasado cuatro años, y su afición por recoger tesoros ya no está tan latente, pero me dejó el encargo a mí y a mi amiga Esther, y aquí estamos cada vez que venimos a la playa, recolectamos tesoros, piedras bruja, piedras con caras o conchas para colgar, nos podríamos llamar ladronas del mar.
Yo personalmente, me inventé pegar los tesoros en la pared de mi casa, y así dar uso a estos azulejos tirados como basura, ahí queda bien la frase: la basura de unos, es el tesoro de otros.
Como la gente que me conoce ya sabe lo que hago con los tesoros, familiares y amigos me los traen de todas partes, y así es como mi alijo en la pared se multiplica como mosaico para mi pequeña Gaudí.
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